Como toda buena concentración de clásicos y máquinas de competición, la de Goodwood permite al visitante acercarse a los coches y ojearlos de cerca, con la salvedad de que en esta no hay (salvo por algunas excepciones) cintas delineando incómodos perímetros alrededor de las joyas congregadas. Pero ojo, porque los coches no son lo único interesante en esta exposición; sus ilustres dueños están siempre con un ojo encima mientras socializan entre ellos, y si tienes suerte, hasta es posible que puedas acercarte a monstruos de la talla de Derek Bell o Tom Kristensen para preguntarles chascarrillos de paddock.
Como te contaba Guille esta mañana, el Festival de la Velocidad de Goodwood es una de esas citas ineludibles para cualquier enamorado del motor, una Meca en sur de Inglaterra a la que peregrinar al menos una vez en esta vida
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Fuente: www.autoblog.com